El cáncer de mama se atribuía únicamente a mujeres mayores de 50 años, la situación ha cambiado y se ha evidenciado un incremento en mujeres jóvenes. Esta historia nos demuestra que es posible vencer cualquier adversidad.



 

Fátima López se realizaba ultrasonografías de mama desde los 27 años, y llevaba un estilo de vida saludable.

También solía realizarse el autoexamen de senos cada mes. Gracias a eso, logró identificar una pelotita en uno de sus pechos, en enero de 2016. En marzo le realizaron una biopsia y a la semana llegó la respuesta.

Su lista de sueños y el entusiasmo por cumplirlos, tuvo que esperar. La vida le tenía preparados otros planes.

Cuando me lo diagnosticaron estaba en shock, no lo podía creer. Fátima recuerda que esa noche salió al patio de su casa para mirar hacia el cielo en busca de respuestas. Estaba asustada, pero mientras hablaba con Dios y sus lágrimas caían, le pidió toda la fuerza necesaria para superar esa enfermedad.

Se trataba de un tumor maligno y agresivo. El doctor le informó que debía someterse a una mastectomía radical. Después de eso recibió quimioterapias. Su tratamiento duró seis meses.

El cambio más drástico por el cáncer fue la pérdida de su cabello, que acostumbraba a lucirlo hasta la espalda baja.




Fátima había donado su cabello para pacientes con cáncer en dos ocasiones, en 2009 y 2012, sin imaginar que un día la vida le iba a recompensar su gratitud. Mientras recibía su tratamiento, una de sus tías le regaló una peluca.

“Esa fue mi recompensa por haber donado mi cabello antes. Nunca imaginé que iba a tener cáncer y la peluca fue como mi compañera de viaje en esos días difíciles”, recuerda.

“Ahora ya no me lo dejo crecer, uso el cabello corto, porque soy una nueva persona, la Fátima de antes ya no existe”.

Alegre, sonriente, amable, con una energía contagiosa. El cáncer de mama marcó “una transición” hacia su nueva vida. Ahora trabaja en la Fundación Gente Ayudando Gente y su principal motivación es inculcar esa cultura de detección temprana en otras mujeres.



“Cuando estaba enferma le preguntaba a Dios, cuál era el propósito de todo eso. Estoy sufriendo, se cayó mi cabello. Llegaba de la quimioterapia a vomitar, no toleraba ningún olor. Le preguntaba a Dios por qué, cuál era el propósito de sufrir tanto, y al final lo entendí, era salvar a otras mujeres”.

Fátima considera el cáncer como una transformación para bien, ella asegura sentirse más fuerte, más espiritual y no temerle a la muerte.

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“Somos mujeres que hemos pasado una batalla, quizás no estemos enteras, sino medio remendadas, pero todas las que atravesamos una batalla vamos a tener cicatrices en nuestro cuerpo y nuestra alma, pero podemos aguantar batallas más grandes adelante y con más fuerza”. Fátima López, sobreviviente de cáncer de mama.



 

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